Muere Fan de TH

Adiós a un ángel Dominicano

El criminal se entregó a la policía de Zaragoza y ya está en la cárcel, se cree que intentó violar a la niña

Tokio Hotel, el grupo de música favorito de María Mercedes no tiene canciones que hablen de la muerte. A los 12 años no se piensa en el fin de la vida. A esa edad se sueña con llegar a ser pediatra. Se cree que tanto esfuerzo podrá borrar las angustias económicas de mamá y dibujarle una sonrisa.



La historia de Amalia Saviñón y su hija era la de tantos inmigrantes latinoamericanos que echan sus recuerdos y amores en una maleta para buscarse un futuro menos estrecho en España.

Amalia había comenzado ese viaje hace cuatro años, cuando se plantó en Holanda primero y más tarde en Madrid.

Apenas logró arreglar los papeles, empezó a tramitar la reagrupación de María Mercedes, la menor de sus cuatro hijos.

La llegada de la niña en octubre de 2007 le ayudó a superar la pérdida de su hijo Luis, que murió ahogado en un río de República Dominicana. “Ella era mi apoyo desde la muerte de Luis”, cuenta Amalia.

“La niña me decía: te voy a pintar las uñas y arreglarte para que te quites esa cara, no puede ser que estés triste todos los días”.

Cuando Amalia llegaba de la residencia de ancianos donde trabaja encontraba la comida lista y la casa impecable. “Los deberes era lo primero que hacía cuando salía del colegio, después la comida y la limpieza.

Sólo cuando terminaba todo, se ponía a ver televisión.

Le encantaban las telenovelas y la música de esos chicos de pelo largo, los Hotel no sé qué”, recuerda su madre.

“Me hacía unas pastas riquísimas y el último día me hizo…”. Las lágrimas se atraviesan en el recuerdo y el dolor de Amalia se convierte en rabia. “Ella era mi todo, era mi vida y ese enfermo me la mató”.

En la habitación donde descansa, las llamadas y decisiones no se detienen.

Se necesitan documentos, permisos y dinero, mucho dinero, para la repatriación del cuerpo de María Mercedes.

“Lo único que me importa en este momento es que mi niña tenga un entierro digno en Santo Domingo y que la dejen al lado de su hermanito”.

CORAJE DE MADRE

Amalia advierte que cuando el luto se apague, “voy a secarme las lágrimas para regresar a España a dar la pelea.

Ese monstruo es el peor asesino porque no tiene excusas, atacó a una niña indefensa y encima tuvo el descaro de regresar a buscar su móvil después de matarla”. “Quiero que pague porque mi niña era un ángel”, recalca.

Un ángel, una princesa, un ser especial. Así la recuerdan todos los que la conocieron.

“Era una niña de una inocencia muy grande, muy hermosa”, dice Libardo, la ex pareja sentimental de Amalia que le ayudó a tramitar la reagrupación familiar.

A pesar de no ser su padre biológico, este colombiano siempre la sintió como una hija y la siguió viendo después de que se acabó la relación con Amalia. “Ella le decía a todo el mundo que yo era `su pai´ (padre).

Siempre que podía las visitaba o la llevaba a comer carne con patacones, porque le encantaba la comida colombiana”, apunta Libardo.

“El día que la mataron ella me había llamado varias veces, pero no le había podido contestar porque estaba trabajando”. “Me sorprendió que me llamara a las ocho de la mañana del sábado, entonces le devolví la llamada, pero ya no me contestó”.

Antes de que la tristeza le termine de robar la voz, recalca que “ese asesino me ha quitado algo incalculable”.

CERRAR Y QUEMAR

El teléfono de Lucía no deja de sonar nunca. Es la hermana de Amalia que se ha puesto al frente de todo.

Ir a la farmacia, atender la prensa, recibir a los políticos que van a visitarlos contestarle el teléfono a Leonel Fernández, presidente de Dominicana.

“Lo más duro va a ser regresar al piso de Vallecas a organizar todo”. “Amalia me dijo que tirara lo que más pudiera y que quemara las cosas de ese diablo”, asegura Lucía. De todo lo que quedó en Vallecas, Amalia sólo quiere conservar los cuadernos de María Mercedes y el diploma que se ganó como la mejor alumna de sexto de primaria.

“Los cuadernos de mi niña eran una obra de arte: no tenían rayones, súper organizados”.

Y ese diploma es la prueba de lo que le decía su niña cuando la veía tan preocupada por las deudas: “Espérate un poquito mamá, que yo voy a estudiar mucho para ser una médica pediatra. Ya no tendrás que sufrir por dinero”.

Latino-Madrid

 
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