Dime que me quieres... o te mato

En el año 1987 se estrenaba en las pantallas de los cines de todo el planeta la película “Fatal Attraction”, dirigida magistralmente por Adrian Lyne y protagonizada por Glenn Close y Michael Douglas. En ella se trataba el tema de la obsesión llevada a extremos. En aquella época, aún no se conocía el termino “Stalking”. Sería en 1993 cuando se bautizó con este nombre y se definió como un modelo de conducta obsesiva y alejado de la realidad basado en amenazas y acoso contra un individuo. Este fenómeno no sólo lo sufren los artistas, es pan nuestro de cada día en todas las esferas sociales. A finales de los años 90, con la implantación de Internet, se produjo un incremento impresionante de denuncias de “Stalking” producidas en su mayoría por los efectos del Chat.
El toro que ha tenido que lidiar Tom Kaulitz estos días, no se aleja demasiado de lo que les sucede a la mayoría de artistas en un momento u otro de su carrera. La diferencia, es que el guitarrista de Tokio Hotel cometió el error de responder a las amenazas y de esa manera entró en el juego de sus perseguidoras; las cuales, días antes no se habían cortado en lo más mínimo en acosar incluso a la madre de los hermanos Kaulitz. Hay periodistas lumbreras que proclaman la inconsciencia de Tom Kaulitz al salir de casa sin guardaespaldas. En este sentido, nos posicionamos en la postura totalmente contraria y defendemos el derecho de un joven de 19 años a poder salir en la ciudad donde vive e intentar hacer vida social independientemente de su profesión.
Es importante remarcar la importancia y gravedad de los hechos y no aparcar lo sucedido en el cajón del olvido acuñando la frase: “Sólo eran un grupo de Fans”. Valga recordar que la bala que mató a John Lennon en 1980 provenía de una pistola de un ferviente Fan. O pasándonos al mundo del deporte, en 1993 un Fan le clavó un cuchillo en la espalda a la tenista Monica Seles en pleno partido en Hamburgo cuando jugaba contra la germana Steffi Graf. En ambos caso, denominamos a los agresores “Fan” y es porque en realidad lo eran y en un grado extremo enfermizo que no les permitía discernir la realidad de sus fantasías. Un Stalker actua como tal, al dejarse llevar por los sentimientos producidos por la mezcla letal que conforman el fanatismo y los celos: "Dime que me quieres...o te mato".
Tras la trascendencia que ha tenido el caso Kaulitz a nivel mundial, es de esperar que se calmen las aguas y todo vuelva pronto a la normalidad. Quizás las Fans, radicales y no radicales, han tenido tiempo de reflexionar por todo lo sucedido y en consecuencia, puede que su comportamiento sea en un futuro algo más respetuoso con la esfera privada de sus ídolos. Antes que artistas, son personas.

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